En la actualidad, lo menos que se espera de un alto directivo es que tenga aptitud de liderazgo, sin considerar que también sea capaz de realizar la gestión necesaria para desempeñarse, lo cual beneficia a que predomine un espíritu constructivo y libre de arrogancias por parte de la cúpula de las empresas.
Son muchos los retos inherentes a estos puestos (por ejemplo: conservar la competitividad; alcanzar las metas corporativas; consolidar el orden en la estructura orgánica y el personal; atraer talento que contribuya a la productividad, entre otros). En la realidad, materializar estos requerimientos no es tan simple, o bien, en ocasiones esas funciones antagonizan.
Un directivo de la empresa debe cuidar que también se evoluciona si cultivan sus virtudes intelectuales y los pensamientos críticos y abstractos, pues a pesar de tener conocimientos técnicos o especializados aquellas les ayuda a enfrentar sus desafíos.
Si definimos un poco estos conceptos para entenderlos mejor para un directivo y líder, explicamos lo siguiente:
- El pensamiento abstracto permite discernir las propiedades comunes, planear y asumir simulacros, y pensar y actuar simbólicamente.
- El pensamiento crítico es un proceso que se propone analizar, entender o evaluar la manera en que se organizan los conocimientos que pretenden interpretar y representar el mundo, en particular las opiniones o afirmaciones que en la vida cotidiana suelen aceptarse como verdaderas.
Las dinámicas reflexivas, lo acercan a lo humano, y en este ámbito, es en donde entran sus relaciones de tipo laboral ya que un buen líder no llega solo.
Por último, comparemos un poco las cualidades o habilidades de ambos para así tenerlas presente y poder trabajar en ella.
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C.P. Graciela L. Silva Ramirez
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